En el verano de 1940 la 51st Highland Division era en el ejército británico como esa hija casquivana de buena familia que ha cometido un desliz con el mozo de cuadra. Las demás divisiones que habían ido a Francia habían conseguido volver, en cachitos de diferentes tamaños, pero vuelto a fin de cuentas y, por exigencias obvias del guión, estaban siendo reconstruidas. Pero ciertos detalles habían complicado el caso de la 51st.